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A SU IMAGEN

  • buscandoadiosps
  • hace 12 minutos
  • 6 Min. de lectura


Dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen,

como semejanza nuestra (…).»

Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,

a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.

 

Génesis 1:26-27

 

Algo en nuestra naturaleza se parece a Dios, pero el Génesis no aclara en qué consiste la semejanza, de qué se trata este parecido con el que Dios nos ha dotado. Supongo que podríamos rápidamente excluir al cuerpo, ¿pero tendrá esta similitud algo que ver con nuestra alma, con la inteligencia y voluntad, características que nos separan de los demás animales? ¿O yace acaso en el espíritu que portamos, ese que, como a Dios, nadie ha visto, pues está oculto en no-se-qué rendija del ser en la que aún no hemos mirado? Y si algo de lo que nos conforma es semejante a Dios, ¿no podríamos, viendo a nuestro hermano, reconocer al menos un dejo del Creador, alguna pista que nos sirva para vislumbrarlo?

En fin, no hay como saberlo con certeza, sólo podemos elucubrar hipótesis indemostrables. Hipótesis que, sin embargo, pueden convertirse en hermosas meditaciones, por ello he traído hoy una de ellas, en la cual podemos detenernos para imaginar al Amor creándonos.

Una manera de entender la semejanza de la que nos habla el Génesis es la noción del sujeto como reflejo de Dios. Como si Dios, al mirarnos, se asomase a un espejo y se viese a sí mismo. Amor viendo al Amor, enamorado. Bajo esta luz, esta misteriosa semejanza cambia de tono, ya no es un parecido lo que imprimió en nosotros la Divinidad, sino la posibilidad de llegar a reflejarla. Esta noción la encuentro en una diversidad de creencias (cristianismo, islamismo, bahaísmo, hinduismo) y he traído hoy sus testimonios para que esta meditación sirva también como celebración de lo que nos une.

si algo de lo que nos conforma es semejante a Dios, ¿no podríamos, viendo a nuestro hermano, reconocer al menos un dejo del Creador, alguna pista que nos sirva para vislumbrarlo?

Vida en el amor, de Ernesto Cardenal, sacerdote cristiano, es un libro que, a mi parecer, se presta particularmente bien para meditar en la creación. En él su autor nos habla de la Unión creándonos, de cómo decide dividirse para hacernos, de lo bien que hemos quedado, y de cuánto anhelamos volver a esa Unidad que una vez fuimos. Y en ese meditar también se detiene en el misterio que es ser imagen de Dios:

Dios se refleja en la soledad y la paz, como el cielo en el lago en calma. Y basta que el alma se aquiete y se purifique para que en su superficie se comience a reflejar el rostro de Dios. (…) Somos sólo espejos de Dios, creados para devolver a Dios. El agua puede estar todavía turbia, pero aun así refleja el cielo.

Somos retratos vivos de Dios. Obras de arte. Nuestro más íntimo misterio, la última razón de nuestro ser, es que nosotros no somos solamente nosotros: somos imágenes. Nuestra esencia no es ser nosotros, sino que somos copia, fotos de otro. Sólo cuando reflejamos a ese Otro somos nosotros mismos. Somos una pantalla blanca donde se proyecta Dios. Quitamos la película y no queda nada.

El sujeto como espejo es también uno de los temas centrales del pensamiento de Rumi, el cual nos dice al respecto:

Todos los fenómenos son el espejo en el que Dios se manifiesta:

O bien la luz de Dios es el espejo, y los fenómenos las imágenes (que se reflejan en él).

A los ojos del verdadero adepto de vista penetrante

Cada uno de estos espejos es el espejo del otro.

Misteriosas palabras del místico sufí acerca de las cuales encuentro esta explicación en El canto del sol:

El hombre, dice (Rumi), es comparable a un istmo, situado entre dos órdenes de realidad. Cuando ha alcanzado su plena estatura espiritual, convertido en intermediario entre Dios y el mundo, puede considerarse que posee una doble función: forma totalizante de los atributos divinos, actualiza la conciencia divina; convertido en un espejo, capta la imagen de Dios y la envía a los demás espejos vueltos hacia él. Se convierte en el testigo de Dios.

no es un parecido lo que imprimió en nosotros la Divinidad, sino la posibilidad de llegar a reflejarla.

Este reflejar la imagen de Dios a la que nos refieren Cardenal y Rumi, posee una característica en la que debemos detenernos: Como en el caso de un espejo físico, la calidad de la imagen reflejada dependerá de lo limpio y pulido del cristal; un espejo brumoso, sombrío, no podrá reflejar con claridad la imagen del Amado. Es en ello en lo que se detiene Abdu'l-Bahá, maestro bahaí, cuando nos dice:

Lo más importante es pulir el espejo del corazón para que quede iluminado y receptivo a la luz divina. Un corazón puede poseer la capacidad del espejo pulido; otro, quedar cubierto y oscurecido por el polvo y la escoria de este mundo. Aunque el mismo Sol brilla sobre ambos, en el espejo pulido, puro y santificado, podéis contemplar el Sol en toda su plenitud, gloria y poder, revelando su majestad y refulgencia; pero en el espejo que está oxidado y oscurecido no hay capacidad de reflexión, aunque, en lo que respecta al Sol, brilla también sobre él y no se disminuye ni se priva.

La noción del espejo está también presente en la obra de Keshav Das, poeta hinduista que explora con detalle el tema del amor. Pero no el amor anémico entre mujeres y hombres de este mundo, sino un amor embebido en una entrega que lo desborda. Es el amor entre Krishna y Radha, los amantes por excelencia, por ello, los versos del poeta en realidad describen los avatares de la relación entre Dios y el alma humana.

Uno de estos poemas habla de esa pérdida de brillo hacia la cual nos previene Abdu'l-Bahá. En él Radha es amonestada por una de sus confidentes que le dice:

Traté de disuadirte de mostrar orgullo hacia Krishna, y te negaste a escuchar sus solícitas palabras. Oh, mujer de rostro de loto, mira ahora tu rostro descolorido en el espejo.

Pero cuando el espejo está pulido y su reflejo es claro, este parece ser punto de encuentro para los amantes y Keshav Das lo usa para describir cómo se comportan y cómo revelan su deseo. Es ahora un confidente de Krishna quien habla, observándolo frente al espejo le comenta:

Distraídamente te colocas frente al espejo arreglando tu turbante. ¿Quién es aquella en cuyo amor estás tan perdido y a cuyos pies quieres arrojarte?

El espejo como facilitador del encuentro, como lugar en el cual pueden reconocerse en la imagen del otro. Lugar donde el amor se mira, enamorado.

De esta pasión de Krishna hacia Radha saben también las amigas de la amada, por ello resaltan con gozo:

Él se ocupa de tus asuntos más insignificantes y te protege como a hojas de betel guardadas en una canasta. Él reside en ti como la imagen habita en el espejo.

Pero no son sólo las palabras de confidentes y amigos interpelando a los amantes lo que nos regala Keshav Das, el poeta también registra la intimidad del encuentro, somos entonces testigo de hermosas escenas de amor que nos muestran a los amantes felices en la unión, admirándose con calidez. Escenas donde el espejo es también protagonista:

Miniatura Kangra*
Miniatura Kangra*

Una vez Krishna y Radha estaban sentados en un chauki, empapados en el rocío de la pasión mutua. Él, deleitado, contempló en un espejo el resplandor del rostro de la mujer; Krishna estaba contemplando el hermoso punto escarlata entre sus cejas, y no movía sus ojos que estaban llenos de esa visión, como si fuera Rama mirando a Sita, adorada por las órdenes de su señor y sentada en el fuego del sacrificio.

Krishna y Radha, reflejados en el espejo, se reconocen, se observan el uno al otro. El espejo como facilitador del encuentro, como lugar en el cual pueden reconocerse en la imagen del otro. Lugar donde el amor se mira, enamorado.


* La calidad lírica y descriptiva de los poemas de Keshav Das ha inspirado a generaciones de pintores que se han entregado a ilustrarlos. La imagen que incluyo en esta publicación muestra la ilustración de un miniaturista Kangra de finales del siglo XVIII.

 
 
 

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