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DESDE EL INSOMNIO

  • buscandoadiosps
  • 18 may 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 29 oct 2023


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Hanni Ossott retratada por Vasco Szinetar (fragmento)


El sueño es para los niños, los borrachos y los tontos, pensaba mi alma espantando a Hipnos, la noche se hizo para la poesía. Salí de mi cama sigilosa para no despertar a otros durmientes, deseando la bendición del silencio. Hanni Ossott me esperaba, ansiosa por contarme sus secretos, ansiosa por añadir palabras a mi noche callada.


En mi estudio, el reloj de la pared anunciaba con doce toques el comienzo de un nuevo día, la noche me rodeaba. Invocando a Hanni, me dispuse a caminarla con ella.


La Noche se va haciendo en mí

profunda

revocable como una estación

La oscura esfera de lo oscuro

ha inundado mi ámbito

y se cierra como el beso de dos cúpulas

Ya yo no sé cuál es mi fondo

Soy ahora noche entera

Conservo palabras

pero hoy

ellas no son lo suficientemente diurnas

no pueden guiarme

no son linterna

ni lámpara de media noche


La poetisa y yo hablamos de cuan necesaria es la noche para arribar al día, de cómo el nuevo ser hubo de transitar el oscuro túnel materno para (re)nacer a la luz. Juntas recordamos a San Juan de la Cruz que lo cuenta ardiendo de deseo.


En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.


Pero la casa de Hanni no se había sosegado aún, su yo ansioso seguía en pie de lucha en medio de su noche. No había entrega. La poetisa, esclava de su alma, emite mil preguntas sin encontrar respuestas.


¿Dónde estoy?

En qué punto del universo

En qué centro

¿dónde gravito?

¿Soy acaso estrella?

¿Me despeño? ¿Me arrojo?

¿Mis brazos sirven acaso para sostener?

¿Para el abrazo circular?


¡La entrega!, le susurro, ¡la entrega!, pero ella insiste en su afán de deducir lo Divino como si fuera una fórmula matemática, un teorema científico, una conclusión del pensamiento humano.


Rezo

¿pero a qué…?

la luz marea

la vida marea

hay demasiado

hay en exceso


Rezo

por una suerte de brazo

un cuido

algo que no sé.

Mi dios carece de rostro

carece de cuerpo

salta

de lo pequeño a lo grande

es nimio, inmenso

Y no escucho sino una rara voz.


La cayena enamorada le cuenta su secreto y así le da una pista.


La cayena

olvidada de sí

en entrega.


La voz de Dios se escucha, invitándola.


Ven

acógete a mi abrazo

resuelve tu círculo

en mi ser


Hanni los oye, pero vacila. No se fía, no abandona el forcejeo. Se convence de que no es digna.


El buen cosmos

allí

cumpliendo a cabalidad

manteniendo, sujetando

el de quién, el de qué

todas las razones

toda la Necesidad

toda la justicia

en aros

aros concéntricos


Y yo febril, enajenada

en el extravío

sin cosmos en mí


Aquella noche no hubo entrega, la amada no supo diluirse en el Amado, la amada no quiso retozar con Él.


Es mejor

no escuchar ya una voz

ni oler perfumes ni cuerpos

Mejor este no saber.


Aquella noche, Hanni, preocupada en deducir a Dios con el alma, se negó al éxtasis de encontrarlo en el espíritu.



Los poemas de Hanni Ossott incluidos en este artículo pertenecen a sus poemarios: Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983) y Cielo, tu arco grande (1989). Ellos fueron compañía aquella noche de insomnio.






 
 
 

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