MADRUGADA, TIEMPO DE OSCURIDAD Y MILAGROS
- buscandoadiosps
- 20 sept
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Hace mucho que las madrugadas son para mí tiempo de vigilia, espacio para el encuentro con la Divinidad que afanosa me busca. Antes del alba, cuando la casa aún duerme y el silencio es perfecto compañero, me levanto procurando no despertar a los durmientes para dar comienzo a la escucha atenta.
A veces, Su delicada mano me toma y me lleva por mundos desconocidos, llenos de luz, donde visiones se presentan explicando misterios que mi mente no sabe develar… Aunque no los descubre del todo, algo de ellos queda siempre tras el velo. Cuando regreso sé que ha ocurrido un milagro, que retorno de un reino más allá de mi alcance y que lo visto dice más de lo que comprendo.

LA PRIMERA MEMORIA
El oleaje golpea con fuerza. Su incesante vaivén me abate, me secuestra, me arrastra y me devuelve a su antojo. Un ruido que ensordece acompaña la embestida. No hay brújula, no hay identidad.
Bajo la turbulencia, el reposo. La esencia inmutable de un abismo que llama. Tras un descuido del ego me hundo olvidando el oleaje. Entreabro los ojos, que la oscuridad encandila, y la duda me hace volver la mirada; en la superficie las olas siguen golpeando sin descanso, su ruido es ahora apenas audible.
Penetro en el abismo desnuda y plena, hecha luz original. El silencio descubre la primera memoria, se acerca y en un leve susurro me la cuenta. Mi corazón afirma complacido, ahora lo recuerda: La entrega del ser es separación, comienzo de un exilio doloroso que se debe olvidar para poder “vivir”. Olvido a medias este, tangible sólo en un plano desposeído de realidad donde la nostalgia no nos abandona.
La primera memoria es la de un grito que anuncia al ser, desgarro y separación, ansia de retorno. Comienza el destierro.

TRINIDAD
Hay madrugadas en las que escucho claramente su voz, siento con deleite su caricia y su beso. Hay otras, sin embargo, en las que deambulo por un desierto, vago buscándole y nada calma mi sed. Hoy, el Dios trino pone el foco en mi propia trinidad, mostrándome que esta debe alinearse para que ocurra el milagro del encuentro.
La visión muestra mis tres partes: cuerpo, alma y espíritu, configuradas en una especie de circuito. El espíritu está siempre alineado, siempre mirando a lo Divino. El cuerpo y el alma, sin embargo, pueden desalinearse abriendo el circuito. A menos que los tres se enfilen, la comunicación no puede efectuarse.
Para el cuerpo, la desalineación ‒el interruptor abierto‒ ocurre cuando en él hay un desbalance que lo aflige, lo merma, lo fatiga. Para el alma, ocurre cuando la pesadumbre, los temores, las ansias la secuestran. Pero hay instantes mágicos, cuando los tres se alinean y el circuito se cierra, permitiendo un divino fluir entre mi ser y su Creador.

ÉXTASIS
Hoy, en medio de mi meditación, pude observar cómo mi pensamiento se suspendía y todo mi ser se entregaba a Dios. Era una suerte de caída libre hacia el vacío, a la que me dejaba arrastrar sin oponerme. Hasta que algo en mí no pudo soportar la incertidumbre, la pérdida de control.
Con una reacción instintiva, como cuando al perder el balance nuestra mano busca algo de que asirse, me agarré de este mundo y volví a él, abandonando la entrega.
El éxtasis aún recorre mi piel.

CLIMAX
Hay madrugadas en las que soy bendecida con la más maravillosa intimidad, cuando la presencia del Amado se hace tangible y las lágrimas son el único recurso. Luego del encuentro, aún sentada en la oscuridad, junto a la ventana, me siento liviana: no hay peso ni tormento, la paz no es ya vana ilusión de sueño inalcanzable.
Ese estado de liviandad me recuerda a otro: el instante después del orgasmo, cuando lo hemos entregado todo. Este paralelo puede parecer extraño y hasta inapropiado, pero una hilera de conectores se hace evidente cuando me detengo a observar con detenimiento la experiencia, que es ya, por la gracia de Dios, conocida y familiar.
Esta experiencia trascendental comienza siempre con la entrega, en el silencio y la oscuridad. Allí, en medio de la meditación o la oración silente, mi mente se suspende, se da finalmente por vencida y algo me penetra. Es una sensación tan real que llega a ser casi física, ya no estoy sola, siento cómo me recorren por dentro. Una presencia sube con su empuje vertical hasta mi pecho, inundándolo, golpeándolo cual poderoso tsunami que todo derrumba. La arrolladora sensación se hace incontenible y estallo en lágrimas.
El clímax ha sido servido, poco a poco la presión en mi pecho se dispersa, dejando paz tras ella. El Amante se marcha lentamente, en silencio. Yo me quedo dolorosamente consciente de cuan indigna soy de esta experiencia que Él, sin embargo, me regala.



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