EL AMOR, DERECHO INAPELABLE
- buscandoadiosps
- 16 jul 2022
- 4 Min. de lectura
…en los ojos de todo ser humano hay un anhelo insaciable.
Ernesto Cardenal
¿Has leído alguna vez El sueño de las escalinatas de Jorge Zalamea, amigo lector? Yo lo leí por primera vez hace más de veinte años, estaba en la universidad, esperando a un novio que tenía en esa época y para pasar el rato me fui a la biblioteca a husmear en la sección de literatura latinoamericana. Agarraba libros sin prestar demasiada atención, los abría, leía un par de párrafos y los volvía a poner en la estantería. Eventualmente mis manos me llevaron hasta Zalamea, abrí el libro en una página cualquiera y leí:
En primer término, cito a los hongos humanos que proliferan sobre las escalinatas o agonizan en ellas: Esculturas vivientes, gesticulantes y gimientes que abren avenida hacia la abierta sala de nuestra audiencia:
el adolescente epiléptico que hace precipitar el ritmo de las plegarias con su alarido de entusiasmo y su bramar de espanto;
el enano que salmodia su irreparable mendicidad bajo el lujo de su enorme turbante amarillo;
el paralítico que, con sus tablillas ambulatorias, remeda sobre la sorda piedra la invitación de las castañuelas a la danza;(...)
Que vengan aquí, que se acuclillen en primera fila, muy cerca de mí para que su yerta brasa haga borbollar las palabras en mi pecho hasta que broten de él lenguas de fuego.
Pues quiero desatar un gran incendio.
…y ya no pude cerrarlo. Me senté en un rincón de la biblioteca y lo leí todo de un tirón, con el corazón latiendo a prisa entre mis manos. A la cita con aquel novio llegué muy tarde. Valió la pena.
Por ello hoy me atrevo a añadir audiencia a las escalinatas, permitiéndole paso a aquellos a quienes Zalamea se lo negara: al poderoso, al codicioso, al cruel, a ellos también les doy la bienvenida, que vengan y se sienten entre sus hermanos a escuchar lo que tengo que decir.
Hoy me aproximo al poema de Zalamea con los ojos de una cuarentona cuya pasión por la palabra no ha hecho más que incrementar, pero que observa ahora en el llamado del poeta y en los ojos de aquellos que se agolpan en las escalinatas para escucharlo, una escondida verdad que la joven que fui no vio.
¿No son los gritos que crecen desde las escalinatas el clamor de almas que exigen el amor del cual provienen? Almas oscuras y hambrientas que mendigan el amor negado. Almas que no han conocido al amor, único y verdadero derecho inapelable del hombre. De todo hombre.
Por ello hoy me atrevo a añadir audiencia a las escalinatas, permitiéndole paso a aquellos a quienes Zalamea se lo negara: al poderoso, al codicioso, al cruel, a ellos también les doy la bienvenida, que vengan y se sienten entre sus hermanos a escuchar lo que tengo que decir. Que vengan también los especuladores del platino, del petróleo, del café, la horda que chilla bajo la cúpula de los templos y los vendedores de bulas que les ofrecen su sagrada mercancía desde el altar de las iglesias; pues todos estos hombres tienen cabida en esta audiencia mía.
Así da a luz el hombre a la violencia, en parto doloroso pare guerra clamando paz, gritando justicia alumbra iniquidad, concibe disparidad reclamando igualdad.
Aquí no acusaremos a nadie, no ha sido esa la razón por la cual los he convocado, el llamado del poeta tuvo su momento y cumplió su función (¡que no se olvide!) pero hoy debe crecer un nuevo canto. Ahora que estamos todos, ahora que no falta nadie, he de hablarles del Amor al cual, como nos dijera Cardenal, todos clamamos:
Esta sed que hay en todos los seres es el amor a Dios. (…)
El deseo insaciable que tienen los dictadores de poder, de dinero y de propiedades, es el amor a Dios. El amante que busca la casa de su amada, el explotador, el hombre de negocios, el agitador y el artista y el monje contemplativo, todos buscan una misma cosa: el cielo. (…)
Dios es la patria de todos los hombres. Es la única nostalgia.
Toda la humanidad clama este Amor, pero las palabras se confunden en su mente, el hombre eleva su grito pidiendo justicia, paz, igualdad, levanta su voz y exige: ¡No toleraré más la negativa, dice, mi caso debe ser escuchado, no seré sometido a procesos burocráticos que prometan respuestas que no llegan, no seré ignorado un segundo más!... Así da a luz el hombre a la violencia, en parto doloroso pare guerra clamando paz, gritando justicia alumbra iniquidad, concibe disparidad reclamando igualdad.
La violencia crece y se hace reina, encara sus tropas haciendo promesas que no puede cumplir, pues el Amor, que es lo que el hombre anhelaba sin saberlo, no reside en ella.
El hombre indigente de las escalinatas llora y se retuerce, agoniza sin conocer el Amor del cual proviene, aunque algo en él aún recuerda lo hermoso de sus ojos cuando exhala ya su último aliento.
Muere deseando haberlo encontrado, haberlo visto aún sólo un momento, haberse sabido observado de nuevo por esos ojos que dan esperanza y consuelo. Ojos que se posaron sobre él cada día, bienaventurado el hombre que logra discernirlo.




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