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EL PODER DE LA PALABRA

  • buscandoadiosps
  • 16 may 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 29 dic 2020


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¿Por qué amo la literatura?, ¿por qué acumulo libros sin descanso y los contemplo enamorada como si fueran magníficas joyas? La respuesta está en lo que me hacen sentir las palabras, es difícil explicarlo, pero lo intentaré, aunque puedo predecir desde ya que mi misión será fallida.


Las palabras parecen tener un conductor que las une directamente a mi pecho, leerlas activa el movimiento de los electrones haciendo que una corriente recorra todo mi cuerpo. Viajan desde el papel a mi corazón y lo inundan con su deliciosa energía que con frecuencia mueve a lágrimas, un nudo aprieta entonces mi garganta y pequeñas gotas que solo humedecen mis ojos o indetenibles lágrimas que caen desde mi rostro al papel cierran el círculo.


¿Todo eso solo por las palabras, pensarás, efímeras letras impresas en papel o clamadas al viento? Es cierto, cuesta entenderlo, ¿cómo explicar la razón de este raudal que corre por mi pecho, que marcha con firmeza hacia mi corazón sin detenerse? Hace algunos años encontré la respuesta, amigo lector, y es esta lo que hoy vengo a contarte.


Jesús es la Palabra de Dios (...) No fue sólo aquel hombre que nació en un pesebre y nos salvó en la cruz, su carne solamente ingeniosa fachada para que el Mensaje de Dios nos fuera revelado sin intermediarios, sin que la mente humana lo logre pervertir.

Las palabras son contenedores de poder, balas disparadas al pecho del que las recibe. Su poder puede ser edificante o destructivo, lo cual no depende de las palabras en sí, sino de la intención con que se forman en el corazón de su autor. Si no te convence mi argumento, traigo conmigo una prueba irrefutable: tal es el poder de las palabras, que Dios usó la suya para crear al mundo…


En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua. Entonces Dios dijo: «¡Que haya luz!» y hubo luz.

(Génesis 1:1-3)


¿Necesitas otra prueba?: la usó también para reconciliarnos con Él…


En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Éste estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la dominaron.

(Juan 1:1-5)


¿Sentiste la corriente?, era Jesús, pues Jesús es la Palabra de Dios, la que usara al principio para formar al mundo, la que en Su Libro está para nos instruya, la que en tu ser susurra en mitad de la noche. No fue sólo aquel hombre que nació en un pesebre y nos salvó en la cruz, su carne solamente ingeniosa fachada para que el Mensaje de Dios nos fuera revelado sin intermediarios, sin que la mente humana lo logre pervertir.


Crucificando a Cristo, Dios entrega Su Palabra para que el hombre la llame mentira –aun siendo la única Verdad– para que el hombre tilde a su Creador de mentiroso, y cada pensamiento humano que hoy niega Su Palabra (...) le crucifica de nuevo.

Cuando a conciencia reconocemos a Jesús como la Palabra de Dios, la biblia se nos presenta de manera distinta, como si removiéramos un fino velo para descubrir en ella mensajes que antes estaban en las sombras y que se nos revelan y nos enriquecen. Te daré un ejemplo, cuando el Señor le susurraba estas palabras a Isaías, le hablaba de Jesús:


Porque como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven allá sino después de haber saciado la tierra y de haberla hecho germinar, producir y dar semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y cumplirá aquello para lo que la envié.

(Isaías 55:10-11)


Las palabras de Dios son saetas de Verdad lanzadas por un tirador certero. Cuando Jesús decía yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida no hablaba solo del hombre que la audiencia escuchaba, hablaba de la Palabra y la sabiduría de Dios, decía que el Camino hacia Dios se hace meditando en su Palabra, que la Verdad se obtiene atendiendo a su mensaje, y que la Vida está en la sabiduría que su Palabra imparte.

Crucificando a Cristo, Dios entrega Su Palabra para que el hombre la llame mentira –aun siendo la única Verdad– para que el hombre tilde a su Creador de mentiroso, y cada pensamiento humano que hoy niega Su Palabra: Dios no existe, no soy Su creación, no me ama; le crucifica de nuevo.


No quiero terminar sin mostrarte la otra cara de la moneda. Aquello de estar hechos a la imagen y semejanza de Dios no es solo una forma de hablar, son nuestras palabras también poderosas, vamos por la vida con un arma cargada de la que Dios nos dio licencia: La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos. (Proverbios 18:21). Santiago nos recuerda que nadie ha podido dominar la lengua, que es este un mal que no se deja dominar (Santiago 3:8), así que no pretenderé que traigo conmigo una respuesta para nuestro dilema, pero aquí estamos tú y yo tomando conciencia de ello, aquí estamos dispuestos a reflexionar al respecto, y es este un modo de hacer camino en la dirección correcta.

 
 
 

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