PAREYSON VS CARDENAL
- buscandoadiosps
- 15 dic 2022
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 31 may 2024

Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad,
no cargues todo el rigor de la ley al delincuente,
que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Miguel de Cervantes
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha
Hoy vienen a hablarnos el filósofo y el poeta, ambos tomarán la palabra sin atemorizarse, sin dejarse amedrentar por nuestro prejuicio ofrecerán su pensamiento que ha sido formado tras meditación y espera, los dos pondrán al mal bajo la lupa y con él al hombre que lo lleva a cuestas.
El poeta y el filósofo se escucharán atentamente, pero no podrán reconocerse en las palabras del otro, una inmensa distancia los separa: ambos observan al mismo hombre, pero el estímulo les devuelve una imagen distinta.
Pareyson y Cardenal quieren contarnos de lo que hace al hombre caminar de la mano del mal y los dos lucharán por convencernos. Será un debate del cual espero no salgamos ilesos, amigo lector, sino al menos cambiados y, si hay suerte, iluminados.
Dejemos que el filósofo comience:
El mal puede ser principalmente la consecuencia de la tendencia, tan frecuente en el hombre, a transgredir la norma, sea esta la ley moral, la costumbre tradicional o la convención social. En este sentido el mal es una consciente infracción y una deliberada trasgresión en aras de la afirmación de la propia libertad, arbitraria e ilimitada, en contra del límite concreto impuesto por una norma. Se trata, en suma, de la rebelión contra el orden moral y la ley religiosa.
Para hablarnos del mal Pareyson ha tenido que comenzar delineando una ley, de manera que el hombre pueda transgredirla: Imaginemos una inmensa playa, de esas que se forman cuando el mar se ha retraído y deja al descubierto una sabana de arena que se muestra a nuestros ojos; en su centro, rodeado por una superficie homogénea, el hombre puede caminar en cualquier dirección, es libre de hacerlo. Esta libertad parece molestar al filósofo, que con una vara dibuja una línea sobre la arena húmeda, una línea recta y larga que divide el espacio en dos, luego de hacerlo declara en voz alta que de un lado se encuentra el bien y del otro el mal.
La ausencia de una escala de grises en el pensamiento del filósofo es evidente, sólo existe el negro y el blanco, el mal y el bien están claramente definidos (...). El hombre, con su paleta llena de grises, se confunde...
La libertad de quien pretende afirmarse a sí mismo más allá de la ley moral, hasta olvidar la distinción entre el bien y el mal, puede, por una parte, transformarse en un instinto de destrucción, y por otra en un auténtico goce frente a la infracción cometida, placer por la transgresión o gozo en la violación de la ley.
La ausencia de una escala de grises en el pensamiento del filósofo es evidente, sólo existe el negro y el blanco, el mal y el bien están claramente definidos, es esa la función de su línea, de su ley. El hombre, con su paleta llena de grises, se confunde y se coloca en el lado equivocado de la línea trazada por Pareyson. La consecuencia no se hace esperar:
La carencia de una real capacidad de distinción entre el bien y el mal conducen a la indiferencia y a la destrucción, a la inactividad y a la disgregación, a la desocupación y a la extinción.
El filósofo concluye:
El mal está tan arraigado en el hombre que en todos nosotros hay instintos malvados: la naturaleza del hombre tiende al mal.
El poeta ha escuchado con detenimiento al filósofo y lo observa sorprendido, él piensa sobre el mal de manera distinta. Superada la sorpresa, Cardenal decide también comenzar por hablarnos de la ley, pero no quiere hablarnos de la ley imperfecta del hombre
…todo en la naturaleza es un querer rebasar los propios límites, traspasar las barreras de la individualidad, encontrar un tú a quien entregarse, transformarse en otro. Las leyes de la termodinámica y de la electrodinámica y de la propagación de la luz y de la gravitación universal son todas una misma ley del amor, y en la naturaleza todo está incompleto y todo es entrega y abrazo, y los seres son en la intimidad de su esencia y en el más profundo misterio de su existir: hambre y sed de amor.
Esta hambre y esta sed se le convierte al hombre en búsqueda angustiosa, en orfandad. Todo el cosmos, y el hombre con él, es una mitad que gime extraviada buscando hacerse uno.
…todo en la naturaleza, desde el electrón hasta el hombre, es un solo salmo. Y nosotros no podemos descansar hasta hallar a Dios. Sólo entonces se aquietará en nuestro corazón la gran angustia cósmica.
El hombre busca al Amor perdido, de Él proviene y su espíritu no logra olvidarlo, el recuerdo sangrante se le seca en la garganta, se hace aflicción tangible, se hace anhelo insaciable. La vida terrenal se torna en el más cruel juego de escondite.
El corazón sediento del hombre se inquieta, desesperado, ganado por la angustia de sentirse trunco, el hombre comete terribles locuras, intentando poner fin a su búsqueda infructuosa.
Esta sed que hay en todos los seres es el amor a Dios. Por este amor se cometen todos los crímenes, se pelean todas las guerras y se aman y se odian todos los hombres. Por este amor se escalan las montañas y se desciende a los abismos del océano; se domina y se conspira, se edifica, se escribe, se canta, se llora y se ama.
El hombre busca al Amor perdido, de Él proviene y su espíritu no logra olvidarlo, el recuerdo sangrante se le seca en la garganta, se hace aflicción tangible, se hace anhelo insaciable. La vida terrenal se torna en el más cruel juego de escondite.
Todo acto humano, aún el pecado, es una búsqueda Dios: sólo que se le busca donde no está (…) Porque lo que se busca en orgías, en fiestas, en viajes, en los cines, en los bares, no es más que Dios: que no se encuentra sino dentro de uno mismo.
Para el poeta, el mal es anhelo desbocado, anhelo no encausado; el mal es consecuencia de una sed que el hombre, ciego y desesperado, intenta saciar.
Luego de escucharlos veo con claridad el caudaloso rio que separa al filósofo del poeta, un rio en cuyo cauce viaja alegre la misericordia. Cardenal se baña en él, se sumerge y nada hasta su fondo sin temor, Pareyson ni siquiera quiere mojarse los pies.
Nos enriquecemos cuando llenamos nuestras manos con la misericordia que viene hoy a entregarnos el poeta, cuando aprendemos a mirar en nuestro hermano (¡y en nosotros mismos!), no a su pecado, sino al alma que desesperada busca a Dios donde no está. Por eso, aún si el juicio del poeta no fuese correcto, aún si Cardenal nos ha engañado a todos y esta certeza de mi pecho sea mentira, ¿no será mejor creerlo y así hacerlo realidad?
Las citas usadas en este artículo fueron extraídas de:
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