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SOMOS ESCLAVOS

  • buscandoadiosps
  • 16 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 abr 2023


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Signpost (de Emblemata). M. C. Escher

Escribir un párrafo introductorio para esta publicación ha sido como tener la penosa tarea de informarle a alguien que su ser querido ha muerto. Te planteas cómo decirlo, cómo dar esa terrible noticia causando el menor daño posible o intentando aliviar un dolor que sabes inevitable, pero sea cual sea el plan que te fabriques intuyes que causarás pena. Hoy vengo a darles una noticia que será motivo de dolor, de confusión, quizás de espanto. Sabiendo que no hay manera de ahorrarles el disgusto seré breve: Somos esclavos, la libertad no existe. Mi más sentido pésame.


Afirmar «soy esclavo» comenzará siempre por llenarnos de tristeza, porque parece que algo hemos perdido, que algo de nuestra identidad se nos está muriendo adentro. Pero lo que se muere es una mentira que hemos plantado, abonado y regado por muchos años, que ha llegado a crecer como un gran árbol dentro de nosotros, cuyas frondosas ramas nos hacen sombra, nos cubren la realidad que sobre el follaje trata de iluminarnos.


Enfrentados a esta noticia emprenderemos el camino de todos los que intentan lidiar con una pérdida: pasado el inicial sobresalto embarcaremos la balsa de la negación, anhelantes de que las aguas nos lleven lejos. Pero la realidad persistirá en la orilla, desde allí nos dirá a voces: ¡El hombre no es libre, nunca lo ha sido, nunca lo será, la libertad es una quimera que de tanto nombrarla nos hemos creído!


Aceptar esta verdad es un proceso complicado para nuestra arrogancia, pero negarlo no nos fabrica libertad, la esclavitud es intrínseca al hombre, nos define desde que en el vientre de nuestra madre esclava, su óvulo esclavo se unió a un esperma esclava para formarnos. Pero no todo está perdido, amigo lector, una libertad nos es conferida, la de elegir el amo al cual servir, tomando así control de nuestro navío que de otra manera estará inevitablemente a la deriva. No es esta una libertad que debemos tomar a la ligera, nuestra vida dependerá de ella, por eso su sabio uso es de magnitud importancia.


Hoy vengo a darles una noticia que será motivo de dolor, de confusión, quizás de espanto. Sabiendo que no hay manera de ahorrarles el disgusto seré breve: somos esclavos, la libertad no existe. Mi más sentido pésame.

Paradójicamente, el hombre llega a sentir que es esta una libertad que preferiría no tener. Para Luigi Pareyson la libertad es un peso insoportable que agobia al hombre y le atormenta, pues toda persona se encuentra en una inevitable encrucijada y ha de enfrentarse a una crucial disyuntiva: elegir entre la libertad como obediencia (…), o la libertad como rebelión.


Habla Pareyson de dos libertades, pero ¿no son estas dos esclavitudes? Se detiene a diario el hombre frente a esta disyuntiva que le exige un paso al frente. Escogida la senda se dispone a servir.


En la biblia, las opciones de nuestra encrucijada se presentan bajo dos principios. El que se encuentra en las palabras de Jesús que recoge Mateo en el evangelio (11:29): Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma; y el registrado por Moisés en el Génesis en boca de la serpiente (3:5): Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman del fruto de ese árbol podrán saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces serán como Dios. El bien o el mal. Y el alma del hombre en juego.


El bien nunca se impone, require que el hombre, que se detiene confuso en la encrucijada, dé un paso hacia él, exige que exista siempre la posibilidad de recibirlo o rechazarlo.

Bajo el manto del mal, el hombre pretende endiosarse (En la intimidad de tu arrogancia dijiste: “Yo soy un dios. Me encuentro en alta mar sentado en un trono de dioses”. ¡Pero tú no eres un dios, aunque te creas que lo eres! ¡Tú eres un simple mortal! - Ezequiel 28:2), pero sólo logra cerrar con firmeza la prisión del yo, quedándose adentro. Su alma se empobrece. Habla Pareyson de la desintegración del hombre, de la acción insidiosa y disolvente que ejerce el mal sobre su espíritu, guiándolo hacia la inevitable nada que no es otra cosa que la total desesperanza. La estrategia de este amo consiste en nunca delatarse, en acechar sin mostrarse para que el hombre crea que sólo a sí mismo sirve. El mal sabe que no clavará la bandera de su victoria sobre el alma disuelta si esta le intuye. La guerra se gana desde las sombras.


El bien, por el contrario, sale a la luz. Te mira de frente antes de exigir tu obediencia, señala el yugo y la cruz que cargarás si has de seguirle. Afirma Simone Weil que sufrimos una coacción por parte de Dios, a condición de que merezcamos sufrirla y en la medida exacta en que lo merezcamos. Dios recompensa al alma que piensa en Él con atención y amor y la recompensa ejerciendo sobre ella una presión rigurosa (…) Hay que continuar pensando en Dios cada vez con más amor y mayor atención para seguir siendo empujado, para seguir siendo el objeto de esa coacción y que esta se apodere de una parte perpetuamente creciente del alma.


El bien nunca se impone, require que el hombre, que se detiene confuso en la encrucijada, dé un paso hacia él, exige que exista siempre la posibilidad de recibirlo o rechazarlo. Sabiéndose aceptado, el bien descarga sobre el hombre el yugo del Amor, porque es un yugo silenciar las exigencias de nuestro ego, pero es también afán que conduce a Vida. Si ser esclavos es nuestra única opción, tengamos la sabiduría de escoger un dueño que nos ame.



P.D. Luigi Pareyson fue un filósofo italiano que es aún poco conocido en el mundo castellano. Eterno enamorado y estudioso de la obra de Dostoievski, su libro Dostoievski: Filosofía, novela y experiencia religiosa, del cual cito en este artículo, es uno de los mejores estudios sobre la obra y el pensamiento del gran maestro ruso.

 
 
 

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