EL AMOR CADUCA
- buscandoadiosps
- 17 ago 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 oct 2023

Siento que la divinidad se ha dividido como el pan en la última cena
y que nosotros somos los pedazos.
Herman Melville
Hay una característica del Amor que sólo ahora se me ha dado la gracia de comenzar a comprender: el Amor, si se estanca, se pudre; el Amor caduca.
Todos los días, sin excepción, recibimos de Dios una dosis de Amor que es Él entregándosenos. Aseguraba Simone Weil, reflexionando sobre el Danos hoy nuestro pan de cada día del Padrenuestro, que hay una energía trascendente cuya fuente está en el cielo y se derrama sobre nosotros desde el momento en que la deseamos. Ese Amor, que baja del cielo para nutrirnos, debe renovarse en nosotros cada día pues, aunque Su compromiso de entrega es eterno, nuestro deseo es efímero, no puede perdurar más que un puñado de horas, somos demasiado leves para retenerlo. Cada día nuestro deseo ha de ser renovado, por ello añade Weil: no podemos hacer hoy un pacto con él (Cristo) para que mañana se encuentre en nosotros a pesar nuestro. El consentimiento a su presencia es lo mismo que su presencia; es un acto y no puede ser sino actual.
Cada mañana un tesoro nos es dado generosamente, un tesoro con fecha de caducidad.
Los israelitas en el desierto fueron testigos de un ejemplo tangible de esta característica del Amor. El maná, alimento divino que llovía para ellos con el alba, se corrompía si no era aprovechado antes de culminar el día; a la mañana siguiente, si algo habían guardado, ya no podrían consumirlo, su valor se había perdido para siempre. Debían de nuevo salir de sus tiendas para recogerlo en las arenas del desierto. Debían, otra vez, desearlo.
Asimismo, el maná con el que Dios nos sigue alimentando cada día: su Amor, perece en nosotros si no sabemos aprovecharlo. Amor que nos nutre y que debe, desde nosotros, continuar su camino como rio indetenible, como agua viva que pasa de nuestras manos a las del otro (pan que se parte y se reparte). De lo contrario, estancado en nuestro cuerpo, quizás por alguna obstrucción creada por el rencor, la amargura, la culpa, el miedo, se corromperá.
Al Amor, que cada día desciende sobre nosotros, debemos entregarlo antes de que la noche nos lo robe.
Cada mañana un tesoro nos es dado generosamente, un tesoro con fecha de caducidad, de nada sirve intentar retenerlo, mirarlo con avaricia y pretender guardarlo para un futuro provecho, para cuando lo necesitemos, o para cuando consigamos quien lo merezca. Así no se juega este juego de Dios, así no son sus reglas. Al Amor, que cada día desciende sobre nosotros, debemos entregarlo antes de que la noche nos lo robe.
Efímero y grandioso Amor, este que Dios nos da a raciones. Pan siempre fresco, como aquel que ofreció un niño y sirvió de alimento para miles. El abrumador milagro de la multiplicación requiere una mano humilde dispuesta a compartir.



Comentarios